Almas Inocentes
- Alejandro Sepúlveda
- 28 oct 2017
- 1 Min. de lectura

Los días pasan,
algo perturba mi mente
hora tras hora sin dar aviso
y solo pregunto ¿por qué?
¡Claro! Es ese rencor y
rabia que me carcome
el pensamiento.
Abundan en mi mente imágenes
Y fragmentos pulsantes,
un lacerante momento.
El triste niño era corrompido,
maltratado y ultrajado,
alejado de juegos y de risas.
Hoy ya ese niño ha desaparecido,
se esfumó, sus cenizas se las lleva el viento.
Sólo queda un hombre
muerto y adolorido
qué sirve al rey de la muerte.
El viejo del arca negra se lleva
en un viaje sin regreso
a las perturbadas almas de
un mundo vacío y
sin voz, un mundo
rebosante de basura donde solo
transitan y sobreviven las almas.
Las pobres almas inocentes
minuto a minuto apagan su voz,
apagan su luz, apagan su vida.
Vuelvo a mi entorno,
lleno de lágrimas recojo el arma de su caja,
la pongo sobre mi sien
y decido que ya es hora
de apagar mi luz, apagar mi vida.
Aprieto el gatillo y de repente
estoy en un hermoso lugar
donde solo corremos y jugamos
las almas inocentes.
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